Paralelo – Capítulo 28: La máquina de poder

Se hallaba ante el pesado telón rojo, sumido en el estado de nerviosismo, esperando a ser llamado. Como cada una de sus visitas, su apetito había huido, su boca reseca parecía adherirse a sí misma, y un temblor sutil, pero incontrolable, se apoderaba de sus piernas. El guardia a su lado esperaba la señal para permitirle entrar, mientras en el interior sonaban voces de una reunión que, a juzgar por el tono vehemente de la conversación, parecía ser de gran importancia.

La espera se extendió por una hora, cada minuto alargándose en una agonía de anticipación hasta que, finalmente, se escuchó la voz de la Matriarca con una orden directa.

– Que pase el sustituto –.

El guardia, impasible y acostumbrado a la mirada aterrorizada de los visitantes, accionó el mecanismo. Gregor, atrapado en sus pensamientos y emociones, avanzó hacia el salón. El escenario era idéntico al de siempre, sin embargo, algo había cambiado. No era una cuestión de luz o aroma, sino una sensación intangible que se cernía sobre la sala. Algo en el aire se sentía más denso y cargado de presagios sombríos. Al llegar al centro, donde se encontraba el símbolo yin-yang, se detuvo, levantando la vista con una mezcla de resignación y una determinación forjada en el crisol de su ansiedad.

– Ha llegado tu momento, mi querido sustituto – comenzó la Matriarca con una voz agresiva. – Has estudiado a tus oponentes, conoces sus fortalezas y debilidades, has escuchado sus dogmas e ideologías, pero, sobre todo, sabes cómo manipularlos. Lo que significa que tu misión final, la más crítica de tu vida, está ante ti – agregó ella mientras sus ojos lo escrutaban con un movimiento errático y terrorífico. – Para la próxima reunión, es crucial que presentes una iniciativa que buscaremos aprobar en la siguiente sesión. Los detalles específicos de la propuesta aún son confidenciales; Pluma se encargará de revelarlos a su debido tiempo. Pero, te adelanto el objetivo principal: debemos asegurar el control total de Pasarela. Así de simple –.

Gregor, impactado por la magnitud de la misión que acababa de recibir, se sumergió en su pensamiento, analizando las múltiples complejidades del plan. Se encontraba en un punto donde, a pesar de darle vueltas una y otra vez, no lograba vislumbrar una estrategia clara para su ejecución. Además, esta incertidumbre se veía agravada por su historial de haber votado en contra de todas las iniciativas previas de los otros líderes, complicando aún más su posición.

– Sí, es un objetivo ambicioso puesto que la calle funge como la columna vertebral de la ciudad, pero precisamente por eso te he elegido a ti. Sé que puedes hacerlo – aseveró, soltando una carcajada maquiavélica al ver el rostro ofuscado de Gregor. – Pero no temas, querido sustituto, no creas que te dejaré solo. Así que permíteme darte un consejo esencial. Recuérdalo para siempre: la persuasión más efectiva sigue tres pasos fundamentales. El primero es romper la barrera a la que llamamos temple del individuo a quien pretendes persuadir. A primera vista, puede parecer una tarea ardua, pero es sorprendentemente sencillo una vez que entiendes que el temple humano es tan frágil como un cristal fino. Basta con saber dónde aplicar presión para que, con un simple toque, se quiebre en pedazos. Ese toque es la furia. Enciende la ira en ellos sin piedad y habrás superado el primer obstáculo – exclamó, abriendo sus ojos desmesuradamente, agregando dramatismo a su discurso. – Una vez el temple del individuo se quiebra, debes estar listo, porque al verse desprotegido, tu adversario podrá reaccionar contraatacando. Aquí entra el segundo paso: resistir estos ataques, manteniendo tu propio temple inquebrantable. Contrario al primero, el segundo paso puede parecer sencillo, pero te aseguro que es más desafiante de lo que imaginas. Pero, verás que, si logras resistir, dejarás a tu oponente confundido y vulnerable, ideal para asestar el golpe final, el último paso: el miedo más profundo y paralizante que hayan experimentado. Debes atacar sin piedad, incrementando su temor hasta convertirte en su monstruo más aterrador. Y en ese momento crítico, cuando te teman como su peor pesadilla, les ofreces misericordia, un escape, una salvación: la iniciativa. Diles que todo lo que deben hacer es votar a favor. Si consigues superar estos tres pasos: destruir su temple, resistir su ataque, e infundir un miedo paralizante para luego ofrecer una salvación, podrás persuadir a cualquiera. Y así, querido sustituto, es como la información se transforma en poder. Te da el control para convertir a los demás en marionetas, mientras tú te conviertes en el maestro titiritero – concluyó con una voz impregnada de autoridad. – Cada persona es única, y los pasos que acabo de detallar son solo una guía general. Úsalos con inteligencia. Si triunfas en esta misión, tu vida cambiará radicalmente. Te aguarda una fama sin límites y recursos inagotables. No necesitarás nada más. Todo lo que te ha preocupado, se resolverá. Ni siquiera el Chef podrá molestarte de nuevo. Te lo garantizo – expresó con un tono casi reconfortante.

El silencio cubrió el salón. La Matriarca, con una sonrisa satisfecha, parecía disfrutar del secreto que acababa de revelar. Gregor, por su parte, sentía un temor creciente que le hacía temblar desde adentro.

– Eso es todo por ahora. Pluma te proporcionará los detalles necesarios. Ahora, fuera de mi vista – finalizó, recuperando un tono brusco y comenzando a comer moronga vorazmente.

Gregor asintió, murmurando un agradecimiento, y se dirigió hacia la salida con pasos inseguros.

– ¡Ah! Una última cosa, querido sustituto – la voz de la Matriarca lo detuvo en seco. – Como muestra de mi aprecio por tu dedicación, Pluma te acompañará a un encuentro con alguien muy especial para ti. Considéralo un regalo por tu arduo trabajo –.

Gregor asintió nuevamente, agradeciendo con una voz temblorosa. Salió del salón, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza, bombeando sangre en un torrente febril por sus venas. Suspiró, buscando un momento de calma, pero antes de poder relajarse, se encontró con Pluma, cuya presencia le ordenó seguirlo sin demora. En lugar de salir de la guarida por la puerta trasera, se dirigieron por el tétrico y deslavado pasillo de cemento hacia la misteriosa puerta rústica que había captado su atención durante su primera visita. Al entrar se hallaron en un pequeño cuarto con un único ascensor. Pluma, como si conociera a la perfección el lugar, presionó el botón y esperaron a que las puertas automáticas se abrieran.

Una vez dentro, el elevador, con un zumbido constante, comenzó su descenso. A pesar de su apariencia desgastada, funcionaba con una eficiencia sorprendente. Los botones del panel indicaban a penas cuatro niveles. Pluma, a su lado, permanecía en un silencio absoluto. Gregor, aún inmerso en la ola de emociones que había dejado su encuentro con la Matriarca, luchaba por recuperar su compostura.

< ¿A dónde nos dirigiremos? ¿Qué es lo que me quieren mostrar? > se preguntaba incesantemente.

PB… S1… S2…

(¡Pum!…. ¡Pum!…)

Con un frenazo, el elevador se detuvo, y sus puertas se abrieron con un susurro mecánico. Ante ellos apareció una escena que desafiaba cualquier expectativa previa de Gregor. Un bullicioso laboratorio lleno de vida se extendía delante de sus ojos. Hombres y mujeres en batas blancas y lentes de protección se movían con un propósito claro. A la derecha, un grupo de científicos se congregaba alrededor de un inmenso pizarrón, debatiendo intensamente mientras manipulaban una variedad de instrumentos y artefactos cuyo propósito escapaba el entendimiento de Gregor. A la izquierda, unas mesas metálicas albergaban a otro grupo de científicos que compartía una comida ligera, conversaba con naturalidad y reía.

– Sígueme – ordenó Pluma.

Mientras avanzaban hacia el fondo del laboratorio, Gregor notó cómo los científicos los saludaban con una mezcla de respeto y curiosidad, algunos incluso deteniéndose momentáneamente en su trabajo para ofrecer un breve saludo militar. Pluma, sin perder su compostura, respondía con un sutil asentimiento de cabeza, manteniendo siempre su enfoque en el camino por delante. Al fondo, unas escaleras descendían hacia un amplio salón, dominado por una impresionante columna cilíndrica de vidrio que parecía ser el epicentro de todo el laboratorio. Bajaron las escaleras y se aproximaron hacia la columna de cristal. La estructura, de unos cuatro metros de diámetro y cinco de altura, se alzaba majestuosa ante ellos. Aunque vacía por dentro, una corriente eléctrica blanquecina y azulada fluía a través de ella, creando un espectáculo hipnotizante.

En el panel de control cercano, Gregor no pudo evitar sorprenderse al reconocer una figura diminuta familiar.

– ¡González! ¿Eres tú? ¿Estás bien? – exclamó con energía.

González se giró hacia ellos, pero algo en sus movimientos parecía extrañamente forzado, como si no fueran naturales.

– ¿Gregor? ¡Mi buen amigo! Por fin has llegado – respondió con una alegría que no lograba ocultar su evidente agotamiento.

– Tienes cinco minutos. Te espero en el comedor – interrumpió Pluma con frialdad antes de desaparecer por donde llegaron.

– ¿Qué haces aquí? – preguntó Gregor, desconcertado.

– Bueno, eso es una larga historia, amigo. Ahora tengo algo más urgente que mostrarte – dijo con una voz resignada.

– ¿Estabas al tanto de mi visita? – inquirió Gregor, intentando dar sentido a la situación.

– ¡Por supuesto! Es parte de mi misión – contestó amigablemente. – Me gustaría ponernos al corriente, pero no hay tiempo. Así que concentrémonos en lo esencial: hay algo que tengo que mostrarte…

– ¿Estás seguro de que estás bien? Pareces… diferente – interrumpió preocupado.

– Sí, sí, mi Goyo, estoy bien. Es solo la espalda, me está matando. Han sido días de trabajo intenso, casi sin descanso – explicó, como si se estuviera excusando.

Hubo unos momentos de silencio en donde Gregor lo observaba con cierto escepticismo.

– Y bueno, ¿qué es lo que necesitas mostrarme? – preguntó Gregor inquieto.

González se giró hacia el panel de control y comenzó a manipularlo velozmente. Su aspecto denotaba un agotamiento extremo; su barba tupida y grasienta sugería días sin aseo, y sus ojeras negras indicaban noches de escaso descanso. Sin embargo, a pesar de su deterioro físico, sus dedos se movían con una destreza que hablaba de su experiencia y habilidad.

– ¿Qué es esto? – preguntó Gregor, intrigado.

Con una sonrisa cansada, González presionó el botón de color rojo más grande del panel.

– Observa atentamente. Lo que ves aquí es mucho más que una simple máquina – dijo con una voz apenas audible sobre el creciente zumbido de la energía que se acumulaba en la máquina.

Dentro de la columna, la electricidad crecía en intensidad, y el sonido del generador ahogaba todo lo demás.

– ¡Te presento nuestra arma secreta! – se logró escuchar el grito ahogado de González.

Desde la base de la máquina, un brazo robótico emergió, sosteniendo un recipiente transparente lleno de cucarachas nadando en un líquido desconocido. El brazo se elevó con rapidez, encajando el contenedor en una estructura metálica adaptada a su forma, y luego se replegó. La electricidad se intensificó nuevamente, convirtiéndose en un espectáculo de rayos que recorrían toda la estructura hasta llegar al recipiente. Las cucarachas comenzaron a contorsionarse frenéticamente, su brillo interno turquesa cambiando a través de todo el espectro de colores de manera hipnotizante. La belleza del fenómeno era abrumadora, con un resplandor que eclipsaba cualquier otra luz. El brazo robótico emergió nuevamente, esta vez sosteniendo un trozo de carne, posicionándolo justo debajo del recipiente resplandeciente. Gregor no podía apartar la mirada de la tecnología que tenía en frente, una maravilla de la época contemporánea. Y entonces, de repente, el ruido ensordecedor se detuvo, y lo bichos emitieron un brillo blanco como el sol que se intensificaba cada vez más, hasta que…

(¡POOM!)

Una explosión aconteció. Una gran descarga se había desencadenado justo cuando Gregor cerraba los ojos, abrumado por la cegadora intensidad del brillo. No solo fue el resplandor lo que percibió en ese efímero momento, sino también una visión perceptual extraña, como si su mente hubiera captado una imagen atroz imperceptible por los ojos: el cadáver de una mujer desnuda, su piel pálida iluminada con luz blanca contra un fondo negro y repleta de escurrimientos de un líquido rojo.

Tras unos momentos, abrió los ojos para enfrentar la realidad, dejando atrás esa breve y turbadora experiencia. El trozo de carne, antes sostenido por el brazo robótico, había sido reducido a cenizas, un mero fragmento carbonizado; y las cucarachas habían desaparecido.

– Es un arma – dijo González con una calma que contrastaba con la magnitud del evento. – Posiblemente, la más poderosa que haya conocido la humanidad –.

– ¿Un arma? – preguntó, aún conmocionado.

– Sí, un arma que utiliza la energía vital de los animales de madera, y junto con la electricidad, genera una descarga capaz de aniquilar cualquier cosa en su camino. En esta ocasión, utilizamos solo diez insectos en un pequeño recipiente, pero la máquina puede manejar miles de ellos, o incluso animales más complejos con más energía vital. El único desafío radica en que cuanto mayor sea la energía que detonamos, menor es nuestro control sobre la descarga – explicó González con una sonrisa.

Gregor quedó enmudecido, observando la máquina con un deleite desconcertado.

– Nadie sabe exactamente qué son estas criaturas, ni de dónde provienen, ni si quiera la Matriarca – dijo González, señalando hacia donde los científicos trabajaban. – Pero, a pesar de nuestra ignorancia sobre su origen, hemos encontrado un uso práctico para ellas –.

– ¿A través de un arma? – inquirió Gregor con un tono de voz juicioso y un tanto enfadado.

González evitó su mirada, fijando sus ojos en el suelo y reflejando un atisbo de culpa. Luego, alzó la vista, y habló.

– Mi Goyo, la Matriarca dicta cada aspecto de nuestras vidas. Somos solo peones en su juego de control y manipulación. No tengo elección en este asunto. Hago lo que se me ordena, y aunque mi trabajo se centre en algo peligroso, al menos asegura mi supervivencia y de la gente que amo – confesó con tristeza.

Gregor comprendió rápidamente la posición de Gonzalez, pues él mismo se encontraba en una situación similar.

– Pero ¿por qué me muestras esto? – cuestionó Gregor tras un breve silencio.

– Simplemente obedezco órdenes, aunque tengo que admitir que tengo mis teorías – comenzó a explicar.

– ¡Hora de irnos! – la voz de Pluma resonó desde el comedor.

– Tienes una misión importante, amigo – susurró González, a penas audible. – Quizás ella te mostró esto para que sepas que sus planes no dependen exclusivamente de ti. Si fallas, tiene otras vías para conseguir sus objetivos, posiblemente más sangrientas –.

Ambos compartieron un momento de silencio, sus rostros reflejando un temor profundo y una comprensión mutua de los peligros que enfrentaban. Gregor, en particular, empezaba a entender por qué la Matriarca se refería a él como el ‘sustituto’.

– Debo irme, González. Gracias por todo. Ten cuidado con esa máquina y trata de descansar – dijo con una preocupación evidente.

– Espera, tengo algo para ti – susurró, extendiéndole el celular. – Lo reparé. No he revisado su contenido, pero podría ayudarte con tus investigaciones sobre el mundo arcaico. Guárdalo bien, no dejes que Pluma lo encuentre. Cuídate, amigo –.

Tras darle una palmada reconfortante en el hombro, González se giró de nuevo hacia el panel de control, sumergiéndose en su trabajo. Gregor ascendió las escaleras, encontrándose con la impaciencia de Pluma.

– ¡Vámonos ya! No tengo tiempo para seguir esperando – dijo Pluma con brusquedad.

Gregor asintió, su nerviosismo apenas contenido revelaba claramente que ocultaba algún secreto.

– Y ahora, ¿a ti qué te pasa, perro? – preguntó Pluma, escrutándolo con curiosidad.

– Nada, todo bien – respondió, esforzándose por mantener la mirada fija y no revelar su inquietud.

Pluma lo examinó detenidamente, como si tratara de leer sus pensamientos. Después de un intenso intercambio de miradas, esbozó una sonrisa.

(¡Pum!… ¡Pum!…)

– Bien, entonces vámonos – dijo finalmente, disipando la tensión.

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