Paralelo – Capítulo 20: Energía
(¡Toc!… ¡Toc!… ¡Toc!… ¡Toc!… ¡Toc!… ¡Toc!… ¡Toc!…)
Con un ritmo constante, Gregor golpeó siete veces la puerta corrediza. Pronto, sonidos de actividad surgieron del otro lado, y la puerta se abrió con un chirrido.
– ¡Vaya, vaya, mi estimado Goyo! ¿Cómo estás? – exclamó González, feliz de verlo.
– Necesitaba verte. Han sucedido cosas extrañas – respondió fatigado.
– ¿Qué te ha pasado? Pareces como si hubieras visto un fantasma – inquirió, notando el aire de inquietud.
– Ha sido un día largo y lleno de sorpresas –.
Gregor venía desde La Tierra Prometida y, al pasar por la central de abastos, que quedaba de camino hacia su refugio, decidió detenerse para investigar los recientes acontecimientos.
– ¡Un momento, déjame mostrarte algo! – exclamó González, bajando de su banco y desapareciendo detrás del mostrador.
Mientras esperaba, Gregor observó varias cucarachas deambulando entre los pasillos. La central estaba repleta.
– He capturado unas veinte de estas criaturas y he realizado experimentos con ellas – reveló González, colocando una caja sobre el mostrador. – No logro descifrar su origen o su propósito, pero estoy convencido de que son precursores de un cambio radical –.
– ¿A qué te refieres exactamente? – preguntó intrigado.
– He intentado de todo: quemarlas, desmembrarlas, diseccionarlas, aplastarlas… y el resultado es siempre el mismo. Desaparecen dejando una estela efímera color turquesa – explicó.
– ¿Y por qué piensas que son precursores de un cambio radical? – preguntó, aún más intrigado.
– Es simple, Goyo. Esa estela es energía pura. No sé cómo extraerla o utilizarla, es evidente que desafía nuestras comprensiones actuales de la física. Parece operar en una dimensión o realidad diferente a la nuestra, una que escapa tanto a nuestra percepción directa como a la mediada por la tecnología – explicó con una mezcla de asombro y frustración.
Un silencio reflexivo se apoderó del espacio por unos momentos.
– Puede que no comprenda completamente tus palabras, amigo, pero creo tener una pista sobre cómo extraer la energía – dijo Gregor, desencadenando una expresión de asombro en el enano.
Con cierta vacilación, recordando la advertencia de Abraham, decidió compartir su experiencia sobre lo sucedido en la plaza de La Tierra Prometida, desde el frenesí colectivo por comer los insectos inculcado por los sacerdotes, hasta el rayo que surgió de la nube, asesinando a una mujer con su hijo.
– Fascinante, Goyo… cada vez que nos encontramos, pareces estar rodeado por la muerte – comentó, tocando su barba reflexivamente. – A propósito, he hecho un descubrimiento quizás no tan impactante como el tuyo, pero significativo –.
De su caja, extrajo varias herramientas y una de las muchas cucarachas capturadas. Conectó dos cables a un dispositivo y a las patas del insecto.
– De todos mis experimentos, electrocutarlas produjo un efecto único. Mira esto – indicó, girando la perilla con anticipación.
La cucaracha empezó a convulsionar, y su brillo turquesa no solo se intensificó, sino que también fluctuó a través del espectro de colores. De turquesa a azul rey, de azul rey a violeta, de violeta a rojo, de rojo a dorado, y de dorado a verde, culminando en un deslumbrante blanco.
(¡Pum!… ¡Pum!…)
De repente, el resplandor se desprendió del cuerpo del animal, flotando en el aire antes de desvanecerse junto con la criatura, sin dejar rastro alguno.
– Aún no logro entender qué significa esto, pero estoy convencido de que, con tus observaciones, podré desentrañar el misterio de esta energía. Ahora, mis prioridades han cambiado. Debo dedicarme a esta ardua tarea, así que, te pediría que me permitas continuar. ¿Hay algo más en lo que pueda ayudarte, amigo? – preguntó González.
– Sí, ¿alguna novedad sobre el teléfono? – inquirió Gregor.
– ¡Ah, el celular! Se me había olvidado. He estado tan metido con el enigma de las cucarachas. Permíteme un par de días más y lo tendré listo, te lo aseguro – respondió con sinceridad.
– Entiendo, no hay problema. Te agradezco, González. Nos vemos pronto. Si descubro algo que pueda interesarte, te lo haré saber – afirmó, preparándose para partir.
– Lo mismo digo, Goyo. Cuídate mucho, amigo – replicó, despidiéndose con un choque de puños amistoso.
Gregor se alejó, partiendo hacia su refugio, cambiando la atención de sus pensamientos hacia la inesperada reunión. González, por su parte, cerró la puerta corrediza y regresó a su arduo labor científico. Luego, tomó un frasco repleto de cucarachas y lo puso en el escritorio.
(¡Toc!… ¡Toc!… ¡Toc!… ¡Toc!… ¡Toc!… ¡Toc!… ¡Toc!…)
Se escuchó una vez González se sentó en su silla.
– ¿Goyo, eres tú? ¿Olvidaste algo? – preguntó, levantándose con curiosidad y preocupación.
(¡Toc!… ¡Toc!… ¡Toc!… ¡Toc!… ¡Toc!… ¡Toc!… ¡Toc!…)
Abrió la puerta con cautela, intentando descubrir la causa del inesperado regreso. Pero antes de poder procesar lo que veía, una sombra se abalanzó sobre él, golpeándolo fuertemente en la cabeza. El mundo de González se oscureció, sumiéndolo en la inconsciencia.
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