Paralelo – Capítulo 33: Destino parte 2
Avanzaban en silencio por los túneles subterráneos, formando una caravana. Gregor, acompañado de Pluma y media decena de guardias, caminaba mecánicamente. Aunque no había revisado su discurso, eso ya no tenía importancia. Estaba abrumado por un dolor incomprensible que consumía su cuerpo, mente y espíritu. Cada respiración, paso, pensamiento, emoción y sensación se traducía en una aguda agonía. Anhelaba encontrarse con un hoyo negro, igual al de sus pesadillas, sin embargo, no deseaba luchar contra su gravedad, sino rendirse a su oscuridad y hallar descanso en su abismo insondable.
Tras subir las escaleras y salir del metro, un auto negro lo aguardaba. Subió al auto y se reclinó contra el vidrio de la puerta, perdido en su mente. Aunque percibió vagamente la presencia de alguien al otro lado del vehículo, reconociendo su aroma familiar, no tenía la energía ni el deseo de mirar.
El auto arrancó y se sumergieron en un silencio sepulcral. Gregor continuó mirando hacia fuera por varios minutos, absorto en sus reflexiones, mientras la figura a su lado permanecía en silencio.
– No quieres hablar, ¿verdad? – dijo al fin la voz de la figura que se encontraba a su lado.
Gregor no respondió. Seguía con la cabeza apoyada en el vidrio, pero atento a las palabras que escuchaba.
– Pocas personas tienen la oportunidad de hablar conmigo y verme en persona – continuó la voz, ronca y áspera, como la de un viejo. – Pero si prefieres el silencio, lo respeto –.
Tras unos minutos sin respuesta, Gregor murmuró con indiferencia, sin apartar la vista de la ventana.
– Kali –.
– Así es – confirmó la voz. – ¿Puedo preguntarte algo? –.
Gregor no respondió.
– ¿Por qué estás aquí? – preguntó con un tono empático. – Este lugar te está consumiendo. Puedo verlo, puedo sentirlo. Tu espíritu se debilita día a día. No perteneces a este mundo oscuro. Tienes un propósito fuera, algo que tu ser ansía construir –.
Gregor permaneció en silencio, atendiendo las palabras del enigmático personaje.
– Entiendo lo que estás pasando. No es culpa tuya. No es culpa de nadie. Ni la mía, ni de la Matriarca, ni de…
– ¿Qué sabes tú de mi situación? – interrumpió Gregor con un tono débil pero agresivo.
– Sé más de lo que piensas. Sé lo que es perderlo todo: la libertad y las ambiciones. Sentirse completamente roto, tan cansado que lo único que quieres es que todo termine. Perder a tu único hijo, perder toda esperanza, perder incluso a la mujer que amas –.
Al oír estas palabras, Gregor se volvió hacia su acompañante. Vio en su rostro una mirada cargada de melancolía profunda y genuina.
– Y culparte innumerables veces por lo sucedido – concluyó Kali, levantando la vista con una sonrisa tenue, encontrándose con los ojos llorosos de Gregor.
Después de un silencio reflexivo, Gregor formuló su pregunta.
– Fuiste tú quien me envió el libro de Animales y la carta sobre villanos y héroes, ¿verdad? –.
– Así es – confirmó Kali.
– ¿Por qué? – indagó, confundido.
Kali lanzó una sonrisa compasiva.
– Nuestro entorno es algo que la vida elige por nosotros, a menudo de manera aleatoria. Mírame a mí. Piel gris desde el nacimiento. Odiado y repudiado toda mi vida por mi color de piel. Y no solo eso, sino dueño de una infancia dura, carente de padres o amigos verdaderos, rodeado de los sucesos más inhumanos que te puedas imaginar. Pero, a diferencia de la gente morena o negra, yo no me victimizo por mi contexto, yo no me siento menos. Todo lo contrario, lo agradezco, ya que gracias a eso, me convertí en una persona fuerte y resistente. Aunque debo admitir que también me hizo alguien impío que no dudaba en aprovecharse de la bondad de los demás –.
Mientras hablaba, las emociones de Kali fluctuaban, dominadas principalmente por un sentimiento de ira.
– Fue en ese mundo solitario, al que llamé Yo, que crecí, trabajando arduamente rodeado de peligros. Con el tiempo, acumulé influencia y poder, extendiendo el mundo de Yo más allá de mí mismo – continuó, mientras el auto daba vuelta en U y se detenía en frente de su destino. – Desde entonces he liderado este lugar, un lugar que admiré por su grandeza. Sin embargo, todo cambió cuando conocí a la mujer que transformó mi vida, que en paz descanse – agregó con una nostalgia desgarradora y ojos llorosos. – Cuando ella llegó a mi vida, y luego con la llegada de nuestro hijo, comprendí que la vida era mucho más que el propio Yo. Aprendí a compartir y a amar. Mi mundo, antes objeto de mi admiración, empezó a parecerme vacío y superficial. Anhelaba dejar el liderazgo para dedicarme a mi familia, pero escapar de una posición tan poderosa en un entorno tan sombrío era, prácticamente, imposible. Entonces, atrapado por intereses y obligaciones, continué –.
Lágrimas brotaron de los ojos de Kali.
– Lamento profundamente no haber dejado todo atrás. Así como la vida trajo al amor de mi vida de forma inesperada, me lo arrebató. Mis enemigos, aprovechando mi vulnerabilidad, asesinaron a mi mujer, violándola en repetidas ocasiones en frente de mi hijo – agregó, frunciendo su ceño. – El niño nunca se recuperó. Transformándose de un ser alegre a uno salvaje y despiadado, el trauma lo devoró por completo. A pesar de mis intentos desesperados de sanarlo con cariño y amor, se convirtió en la encarnación del odio, en aquel a quien muchos conocen como el Chef –.
Gregor se vio afectado por la historia, escuchando con atención a Kali y olvidando por unos momentos la tragedia que lo acompañaba.
– Pero en respuesta a tu pregunta – continuó Kali. – Liderar uno de los lugares más malignos del mundo te convierte fácilmente en el villano de incontables historias, causa de las desgracias más impactantes. Pero ¿qué opciones tenía yo, moldeado por las circunstancias de mi entorno? El pasado es inalterable. Lo hecho, hecho está. Pero la vida no se acaba ahí. Podemos moldear el presente con los nuevos condicionamientos que ahora enfrentamos. Aunque fui un villano en el pasado, hoy elijo ser héroe, a pesar de mi inescapable rol como líder de Yo. Decido estar aquí, hablando contigo, intentando mostrarte que hay mejores caminos que el que contemplas. Sé un héroe. Levántate de nuevo. No te rindas. Sigue tu voluntad y el destino que la vida te reserva, un destino del que, a diferencia de mí, puedes liberarte – dijo, tocando su hombro. – ¡Huye! ¡Aventúrate hacia lo desconocido! ¿Qué esperas? ¿A terminar muerto? ¿A que sucedan las desgracias? ¡No! ¡Aún tienes tiempo! ¿Cuál quieres que sea tu historia? ¿Héroe o villano? – exclamó con una pasión sorprendente.
El silencio los envolvió por unos momentos. Gregor, perdido en sus pensamientos sobre su presente, observaba al viejo con detenimiento.
– Eso es todo – concluyó Kali, relajándose. – Cuídate. Ahora que conoces mi identidad, no sabrás más de mí. No te preocupes por Octavio; lo cuidaré como no pude con mi propio hijo. Nos vemos – dijo, asintiendo con seguridad.
Abriendo la puerta del auto, se dirigió hacia la entrada del metro, descendiendo por las escaleras, reflexionando sobre el discurso y sobre la inminente votación. Al llegar a los torniquetes, un guardia lo recibió y le indicó que tomara asiento en una de las carretas de propulsión humana. Viajó a través del familiar escenario: la zona comercial, la residencial, y los distintos niveles de Degenere, hasta pasar la puerta metálica. Tras dejar atrás la música techno, recorrió pasillos subterráneos, bajó a las vías del metro, caminó por el túnel oscuro y entró a un cuarto escondido. Allí, tomó una botella de agua de una mesa, se acomodó en una silla de oficina y observó en una gran pantalla las imágenes de las cámaras de la catedral.
El recinto estaba lleno. La Matriarca estaba sentada cerca de la mesa redonda, rodeada de guardias, incluidos Pluma. Jesús ya había llegado; todos los representantes estaban en sus puestos, a excepción de Gregor. La ausencia de este último causó desconcierto entre los presentes, que miraban inquietos a su alrededor. La irritación de la Matriarca era evidente incluso a través de la cámara, al igual que la de Pluma, quien se levantó apresuradamente para salir del recinto.
Jerome, Kali, contemplando la escena desde su pantalla, soltó una carcajada maniaca, resonando en la habitación como un eco de la risa de su hijo. Había logrado su propósito. Sus palabras habían influenciado a Gregor. Había ganado la batalla.
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